domingo, 20 de septiembre de 2009

PROGRAMA 369

¡Volvimos al vivo! Ya se extrañaba el encuentro, la ronda de mates, y demás ingredientes… a disfrutarlo se ha dicho, un nuevo Revuelto.

Momento histórico, especial, en el que se divisa la posibilidad concreta de que otro tipo de comunicación sea posible, una más democrática que “descentralice la propiedad de los medios, con más voces y más puntos de vista. Se trata de incorporar cooperativas y organizaciones sociales a la oferta de medios para poner freno al discurso único”. Siempre que se intenta modificar sistemas anquilosados, como esta ley firmada por Videla, que beneficio durante 26 años, silenciosos intereses políticos y monopolios económicos, ante la posible pérdida del negocio, salen a defender “una libertad de expresión que jamás conocieron ni se esforzaron por ejercer, porque lo único que les importa es el sobre a fin de mes y mantener ese lugarcito, más o menos importante, dentro de un medio de renombre”. En la apertura del programa, una reflexión, sobre en qué vereda nos encontramos respecto de la Ley de Servicios Audiovisuales de la democracia. (Ver apertura)

Así comenzaba este revuelto de palabras, ideas, agenda y sonidos para compartir:




La canción que cerró la apertura, “Barro tal vez”, en la versión del disco “Cantora 1” de Mercedes Sosa junto con Luis Alberto Spinetta.




“Muebles el Canario”, Diego Schissi del disco “Tren”



“Paris, muy bien” del disco “Haiku” de Yusa







“Amaicha” del disco “Tagente” de Alberto Rojo









Nos visitó Peche Estevez, voz de Buenos Aires Negro, que vino con la guitarra y compartió con nosotros temas del disco nuevo “Sol de once”. Sus letras llevan la impronta del tango reo, que llega y dice las cosas de forma directa, que muestra el lado oscuro de la ciudad, “Yo cuando canto, si no jodo, no canto”. Son canciones que se cantan con los dientes apretados porque hablan de realidades que se viven de la misma forma. Y mientras la charla continuaba por varios caminos (política, compromiso social, marginalidad, etc.), las imágenes de la ciudad, del barrio de once y de la realidad social se hacían visibles mientras escuchábamos la sonoridad de Buenos Aires Negro.

Viajamos hacia el sur, a El Bolsón, donde FM ALAS, la hermana mayor de las radios revueltas, cumplió 22 años. Charlamos con Valeria, acerca de cómo vive la radio estos días, el “momento bisagra” de la transformación del pueblo en ciudad, el arribo de fuerzas policiales por el pedido de mayor seguridad de ciertos sectores de la población, la instalación de empresas que llegan para hacer negocios con los recursos naturales, el incremento de alambrados que prohíben el acceso a los cursos de agua y la extranjerización de las tierras.

El cuento que cierra el Revuelto es “La noche” de Javier Torre, acompañado por el tema “Violinista” de Pedro Aznar, recordando que se cumplen tres años de la desaparición de Julio López.

Completo el plato radial de este domingo 20 de Septiembre, los invitamos a comunicarse con nosotros a través de éste blog con sus comentarios, o mandando mail a contacto@revueltoderadio.com.ar, pueden también bajarse el programa en http://www.revueltoderadio.com.ar/ y además ver otros contenidos como videos y el disco “Abremente” homenaje a Spinetta grabado por distintos artistas.

Los esperamos el próximo domingo,
Revuelto Gramajo.

Esta es nuestra oportunidad

Es un momento muy especial, históricamente especial, el que estamos viviendo. No fue fácil estar frente a la posibilidad de sanción de una Ley de Radiodifusión, o mejor dicho de Servicios Audiovisuales, de la democracia. Tener la media sanción de Diputados y la posibilidad de que el Senado le dé aprobación definitiva. No te digo nada nuevo si traigo el recuerdo de que está vigente hoy día la ley firmada por Videla y modificada cada vez que el poder político pactó con el económico.

Tanto me preguntaron en estos días por esta nueva ley que me sorprendió que para mucha gente, mucha, esto sea un tema ajeno y, hasta tanto no empezó a ocupar espacios importantes en los diarios y la tele, lo consideraban un tema menor. Se trata nada menos que de descentralizar la propiedad de los medios, de tener más voces, más puntos de vista. Se trata de incorporar cooperativas y organizaciones sociales a la oferta de medios para poner freno al discurso único que todos los días nos dice cuáles son las quince noticias que repetirán cada media hora y de las que hablaremos hasta que el último noticiero nos dé las buenas noches, adelantando cuáles serán las noticias del día siguiente.

Sólo para tener una idea, mirá quiénes votaron esta ley además del Frente para la victoria: El Encuentro Popular y Social, Proyecto Sur, El Socialismo, Solidaridad e Igualdad. Mientras que el PRO, la Coalición Cívica, la UCR y el Cobismo ni siquiera votaron en contra, se fueron del recinto. Detrás del pedido de más tiempo para discutir, está la voluntad de no afectar intereses y dejar las cosas como están.

Para completar, si tipos como Osvaldo Bayer, Liliana Herrero, Estela de Carlotto, Pérez Esquivel, Eduardo Anguita, Mempo Giardinelli, entre tantos, y las radios donde Revuelto se comparte, apoyan la sanción de esta nueva ley, no tengo dudas en qué vereda hay que pararse esta vez.

Siempre predominan los grises, y es algo que tenemos que tener muy presente: ¿por qué impulsa la lucha contra el monopolio en la comunicación el gobierno que extendió las licencias a esos monopolios por 10 años? No lo sé, allá ellos con su conciencia si la tienen y les funciona bien. No me olvido de esa y otras tantas cosas en las que no acuerdo con este gobierno, pero esta ley vale a pesar de quien la impulse y por qué lo haga. Es la posibilidad cierta de que con 26 años de democracia, después de muchos intentos fallidos, se legisle sobre la comunicación, justamente en tiempos en que la comunicación es determinante de tantas realidades sociales y económicas.

Me dan lástima esos pseudos-periodistas tomando el papel de marionetas defensoras de los intereses de sus patrones, defendiendo una libertad de expresión que jamás conocieron ni se esforzaron por ejercer, porque lo único que les importa es el sobre a fin de mes y mantener ese lugarcito, más o menos importante, dentro de un medio de renombre. Me dan pena los políticos en el rol de lobbistas protegiendo con descaro a las grandes empresas de medios. Me dan pena y me dan asco.

Con todas las críticas a las formas y a algún contenido, es la primera vez en 26 años que estamos con la posibilidad cierta de una ley de radiodifusión de la democracia. La experiencia es que quienes deseamos desde hace tiempo una ley que democratice los medios, no podemos dejar pasar esta oportunidad que, a juzgar por quienes son los detractores, no tengo dudas del beneficio de su sanción.

Domingo 20 de Septiembre de 2009
Ir a la crónica de ese Revuelto

"La noche", Javier Torre

Buenos Aires silenciado por el miedo, madrugadas eternas, personas que desaparecen, calles desiertas, amigos de los que no vuelvo a oír el nombre, libros secuestrados, desconfianza de todo y de todos, pánico a escribir teléfonos de desconocidos en la agenda.

Mi padre va a morirse de cáncer, las sobredosis de morfina apenas alcanzan a pararle los dolores en la espalda. Nos miramos en silencio, yo estoy denunciado en el diario La Razón como autor inmoral, acabo de separarme de mi primera mujer, tengo veinticinco años pero a partir de entonces no podré ser joven nunca más.

- El dolor viene de la compresión medular- me explica el médico-. Es imparable.

Vivimos del cine, pero la empresa va mal. La censura bloquea todo, la gente no sale, se habla de centros clandestinos, en voz baja: de torturas desconocidas, de capuchas. Desde los medios masivos de comunicación se bombardea con la tablita cambiaria, José María Muñoz, la guerra antisubversiva, 60 Minutos. El general Harguindeguy habla por la cadena nacional, la jerarquía eclesiástica se silencia, la Sociedad Rural elogia a Martínez de Hoz, Cacciatore anuncia que se construirán fabulosas autopistas.

Esa noche vamos a una oficina en el centro a buscar un certificado de exhibición. Llueve a cántaros. Si mal no recuerdo es la Avenida Córdoba, y más tarde sería Entre Ríos al 200, un edificio lúgubre, sucio, donde se apilaban expedientes, informes de los servicios, denuncias. Es la última oportunidad para nuestra distribuidora que se funde, Contracuadro, mítica, imborrable, todavía.

Son las ocho menos cuarto, y en la puerta nos detiene un infante de marina.
-Venimos a buscar un certificado para exhibir una película.
-No se puede pasar- dice el infante, armado. A mi padre le duele tanto la espalda que tiene que apoyarse contra la pared. En el auto un enfermero espera con una inyección de morfina.
-Necesitamos ese certificado, la oficina cierra a las ocho y son las ocho menos cuarto.
-Circulen- responde el infante.

-La película tiene que estrenarse el jueves. Hace falta el certificado, es sólo subir a retirarlo.

El infante nos mira con desconfianza, pero opta por consultar a través del portero eléctrico. Una voz pregunta quién es la persona que espera.

Desde arriba insisten: No, no se nos permite pasar, pero podemos esperar en la puerta. Esperamos. Llueve con más fuerza y un camión del Ejército patrulla la calle, a paso de hombre. Oímos que baja el ascensor, y apenas se detiene lo vemos a Tato, el censor. Se ríe y en la mano derecha balancea un rosario color rosa. Lo escoltan dos infantes con metralletas, mientras un tercero carga las latas de nuestra película. Tato usa un traje negro, está radiante, recién afeitado. Parece divertido, dice:
-No me gusta que me distraigan cuando estoy reunido con el escribano Ares, muchachos, pero acá les traigo la película. Está prohibida.
-¿Cómo prohibida? Es una película musical.
-Es material disociador, no va. Llévense las latas, ahí las tienen.

El infante deposita las latas en el suelo. Los otros dos están apostados, dispuestos a apuntar. La sonrisa de Tato brilla de satisfacción, se acomoda los anteojos, se despide con un tono chabacano.

-Chau, muchachos, y llévense esa porquería. Si quieren el certificado me lo mandan a buscar la semana próxima. Acá tengo quien se lo redacte con todos los chiches, chau, chau.

Los infantes lo siguen y el censor vuelve a desaparecer por el ascensor. El custodio de la puerta nos pide que carguemos la película y nos retiremos de inmediato. A mi padre el dolor en la espalda lo está taladrando, pero se inclina bajo la lluvia y empieza a recoger todas las latas que puede. Lo ayudo, y las cargamos en el baúl del auto.
-Hagamos lo que decía tu abuelo- me recuerda, empapado, mientras el enfermero le busca la vena sentado en el asiento de atrás, y el auto arranca hacia Callao: -En la mala, agrandarse.

Cuando la morfina le hace efecto se reclina y entrecierra los ojos. Un helicóptero está sobrevolando un edificio, las luces de los negocios están apagadas, ni un alma camina por la calle y la ciudad entera está ocupada por el aliento del terror.

El auto se aleja, y a las pocas semanas nuestra empresa irá a la quiebra. Pero unos días antes nos despedimos, hacemos planes y soñamos con un tiempo mejor, que quizá llegue cuando la vida vuelva.

Domingo 20 de Septiembre de 2009