domingo, 6 de junio de 2010

PROGRAMA 394

Nos visitó Quique Sinesi, acompañado por el percusionista Carlos Rivero.
Nos presentó su último disco, "Cuchichiando", una cuidada selección de temas del Cuchi Leguizamón donde se puede apreciar la mirada personal del artista y su gran creatividad.



San Juan y Entre Ríos

No es para nada original que, aproximado al 7 de Junio, día del Periodista, intentemos desde este espacio un acercamiento al análisis de la tarea periodística en nuestros tiempos. Acercamiento que no es otra cosa que desandar algunas ideas para que sobre ellas, en igual o contrario sentido, podamos crecer en nuestros pareceres. Acercamiento sujeto a los tiempos de la apertura de este revuelto y, sobre todo, a los condicionamientos naturales de quien habla.
Es inevitable revisitar la historia y las actitudes de tipos como Rodolfo Walsh, referente de una época y de una manera de hacer periodismo. ¿Cuáles son los referentes hoy? ¿Cuáles tus referentes? No te pasa que al pensarlos ya te sale un éste si, pero… Como nunca, y bienvenido sea, la tarea periodística está cuestionada y la transformación, especialmente desde los 90, de la noticia en mercancía es una realidad combatida desde no pocas trincheras. La intromisión de intereses políticos y económicos torciendo el contenido informativo es una realidad que, de a poco, cada vez a más gente le parece intolerable.
Pensaba en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, pensaba en esa esquina porteña como imagen para preguntarme qué es el periodismo o, mejor dicho, como puede el periodista pasar por esta profesión. Se puede pasar indiferente, camino a las labores del día. Se puede ir presuroso con la premura de quién va a cerrar un negocio muy conveniente y será la ética el bien a negociar. Se puede pasar sin saber muy bien por dónde y para qué ni por qué se está pasando. O bien, se puede transitar la esquina de San Juan y Entre Ríos con plena conciencia de que allí dejó su vida un tal Rodolfo Walsh, allí lo mataron porque el sistema no tolera tanto compromiso con el pueblo.
No hablo de periodismo como la tarea en la que se debe dejar la vida, estoy hablando de tener conciencia de que hubo tipos que lo hicieron levantando determinadas banderas tan necesarias en nuestros días. Banderas no comunes en los medios masivos y sí en tantos estudios de radios alternativas, redacciones pequeñas, o sitios de Internet.
Decía Walsh en el final de su carta abierta: “El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”. Creyeron que mataban estas ideas en la esquina de San Juan y Entre Ríos. No estén tan seguros…

"Los girasoles, una planta que causó desdicha", Daniel Calmels

No había escuela en Magdalena por aquellos tiempos, y los chicos en épocas de esperar la cosecha, salían a recorrer los alrededores del pueblo en busca de algún pájaro vistoso, piedras de colores o herraduras perdidas entre los pastos.
Fue un día de mucho sol, cuando un grupo de niños para no quemarse los ojos por el resplandor, comenzaron a caminar de espaldas.
—¡A ver quién llega más lejos sin darse vuelta! —decían, y a las risas y tropezones pasaron un largo campo arcilloso, mirando las marcas en la tierra que dejaban sus pies, fascinados, porque si bien sus piernas avanzaban, las huellas de sus pies retrocedían, viendo cómo sus pasos iban de donde venían. Hasta que unos sembrados de plantas como un pequeño bosque se toparon con sus piernas, y corrieron por ellos, pero esta vez con la vista al frente, saltando, esquivando y cayendo y saltando, hasta que el sol comenzó a irse antes de tiempo y todo se oscureció.
Cuentan que no pudieron volver, que anduvieron largos días perdidos entre esas plantas de cabeza y tronco, que nacidas de una siembra equivocada crecían y se multiplicaba sin destino. Cuentan que los chicos tenían el cuerpo lastimado de tanto sol en ese plantar de cabezas color oro: y que pasaron días alimentándose de sus semillas.
Fueron inútiles las recorridas que hicieron los mayores para encontrarlos. Confiados en las huellas que regresaban al pueblo los creían escondidos: temiendo volver a las casas por miedo a que los retaran.
Cuentan que los chicos tuvieron que pegarse a esas plantas para recibir el fresco húmedo del verde y para que el sol no llagara sus caras. Cuentan que de acercar sus cabezas a esa otra cabezota de granos, quedaron confundidos en la séptima salida del sol: y nadie nunca más pudo encontrarlos.
Desde entonces ese sembradío busca la luz. Una a una y a un mismo tiempo cada planta gira su rostro hacia el sol, tras ellas los niños se siguen ocultando y curan sus heridas.