domingo, 4 de julio de 2010

Ilusiones rotas

Todo tipo de comentarios. Explicaciones, quejas. Muchos “yo te dije…”. Casi todos con la fórmula que hubiera dado los mejores resultados. “Temporalmente hablando, la permanencia en Sudáfrica duró tan sólo una semana menos de lo esperado”, dice mi amigo y se gana miradas que duelen. Justamente una semana decisiva en la ilusión casi ciega que supimos alimentar, algunos en el mismo momento en que Diego aceptó conducir el equipo, otros, con mucho esfuerzo y casi por la obligación de sueño de gloria que debe acompañar la participación de la selección en cualquier contienda, ni te cuento en un Mundial.

La cuestión es que, pese al esfuerzo, no se pudo más que lo que se logró. Se hablará mucho sobre la continuidad o no de Maradona, pero es momento de revisar seriamente otras continuidades. Osvaldo Bayer, supliendo la mediocridad de la mayoría de los cronistas deportivos, a excepción de unos pocos muy buenos y queridos; escribió en Página 12 sobre la necesidad de aprender de la experiencia y, sobre todo, la necesidad de cuestionar ciertos personajes perpetuados y con gran responsabilidad en que el fútbol profesional esté lejos de la pasión de la gente, en más, se valga de esa pasión, para ser un sinfín de negociados turbios.

No hace falta aclarar que Bayer está hablando de Grondona, el tipo que, cómo la ley de radiodifusión, está vigente desde la dictadura, pero a diferencia de ésta, nadie propone cambiarlo. El tipo que sabiendo que las cosas venían mal recurrió a Maradona, a lo que el mejor jugador de la historia significa para todos nosotros. Y con esa ilusión consolidar su permanencia en el manejo de la AFA. Es cierto que las ganas y los sueños de Diego, no permitieron que se negara a la propuesta y Grondona pudo tapar, otra vez, la falta de proyecto de tantos años. O mejor dicho, el único proyecto: un fútbol que hace millonarios a pocos destruyendo los clubes. Los grandes y chicos por igual.

Contra todo pronóstico, los hermanos uruguayos son los únicos que representan a nuestro continente en la última semana del Mundial. Han cumplido de sobra, y ojalá hagan historia.

Pero muy a pesar de estar atravesado de personajes oscuros, ser utilizado con fines espurios, aplicar violentamente en su estructura la desigualdad que vive el mundo, el fútbol tiene la magia de enamorar las almas más nobles, de provocar sensaciones únicas en una gambeta o un penal atajado. Esas pequeñas cosas que hicieron del fútbol parte del ADN cultural de nuestra patria y que, como otros ADNs, está contaminado adrede para preservar privilegios.

"Regalo sospechoso", Diego Muñoz Valenzuela

Era un paquete enorme, delicadamente envuelto en papel celofán verde y ornamentado con un abultado moño de cinta roja.

Lo abrí con recelo, pensando en alternativas desagradables: bombas de tiempo, perros muertos, lavadoras descompuestas, esculturas modernas.

Errores todos ellos. Era un hermoso caballo de madera tallado y barnizado al natural, sostenido sobre una plataforma rodante. El Caballo de Troya, pensé.

Tenía la pata izquierda levantada, eso le otorgaba movimiento y elegancia. Del recelo pasé al temor, y de allí al sobrecogimiento. ¿Qué oscuro enemigo podía haber ideado este plan homérico en mi contra? Repasé la lista y eso me tomó un buen tiempo. Todos podían haber sido; no pude descartar a ninguno.

Ahora, qué contenía el caballo, ésa era la pregunta. Me aproximé con cautela y golpeteé la madera con los nudillos. Madera maciza. O interior repleto de explosivos plásticos. O cobalto radiactivo, para eliminarme lentamente. O una masa de arácnidos letales. No había tarjeta ni indicación de remitente.
Me subí sobre el regalo. Instantáneamente echó a rodar por el mundo. Me llevó lejos, a lugares maravillosos y desconocidos. Muy tarde comprendí la trampa, pero ya era feliz.