domingo, 7 de marzo de 2010

SONIDOS REVUELTOS

Hoy desandamos músicas y palabras de revolución.


“Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime.” (Bertolt Brecht)


Narradora invitada: Patricia Barone


Los sonidos que pasaron:

Revoluçoes de Fausto / Fernando Sodre
Milonga del peón de campo / Chango Farías Gomez
Hasta Siempre / El Terceto
Libertango / Esteban Morgado
Sueñero / Jorge Fandermole
La Partida / Malosetti - Goldman
19y20-12-2001 / Topo encinar
Revolution / The Congos
Somos la revolución / Ska P
Extranjero en propio pago / Willy Gonzalez Cuarteto
El quinto regimiento / Rolando Alarcón
Bola Suriana a Emiliano Zapata / Amparo Ochoa
Bella Ciao / Leny Escudero
Chacarera del exilio Rally Barrionuevo
Historia de Mate Cocido / A. Abonizio y S. Sainz
Huracán / Pedro Aznar
Juan - Atahuala Yupanqui
La murga de los sonambulos / Gustavo Mozzi
Olor a goma quemada / Rafael Amor


Las palabras que pasaron:

“Oda a la pacificación”, Mario Benedetti
“Poema para un perro”, Camilo Blajaquis
“Sudamérica”, Jaime Dávalos
“De cara al sol”, José Arreola


“Oda a la pacificación”, Mario Benedetti


No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz
pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizas contra la pacificación
y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados
cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar
y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda
o algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento
en realidad somos un país tan peculiar
que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.


“Poema para un perro”, Camilo Blajaquis

Hay en mi una lágrima, es por sus lágrimas.
Hay en mí una esperanza, fue su esperanza.
que secuestraron, que torturaron, que mataron
que tiraron al mar.
y que las olas trajeron moribundas pero vivas.
En mi sangre no hay descendencia revolucionaria
pero mi sangre rabalsa de revolución,
mi revolución no quiere sangre, no tiene enemigos,
me hace feliz, me la regalaron las olas.
Sabe Ud, que nunca estuvo tan cerca
de verle el rostro a la utopía.
Eso no me resigna, eso me hace mas guerrero.
Ni peros ni porques, buscar nuevas armas
(pero que no lastimen)
Pueden haber talado el árbol
masacrar sus ramas, triturar sus tronco
dejar agonizando sus hojas,
pueden haber quemado hasta sus raíces,
pero todavía está la tierra
donde puede crecer nuevamente.
¿Sabe cuáles nuestra mejor coincidencia?
Que nuestras manos gatillaron armas
(Ud por un sueño y yo por unas zapatillas)
Pero hoy escriben
El plomo se hizo tinta que siente, que sueña
Hay en mi una lágrima, es por sus lagrimas
Hagamos del lamento nuestra mejor obra de arte.


“Sudamérica”, Jaime Dávalos

Nadie la para ya,
No pueden detenerla ni la calumnia,
Ni el boicot, ni nada.
Este es un continente de aventura
Que a los aventureros se los traga,
Les sube por la sombra despacito
Y el ojo codicioso les socava.
Vendrán los desahuciados de la tierra
Buscando sus riquezas legendarias
Hasta que un día en una sola greda
Se confundan las lenguas y las razas.
América, animal de leche verde,
Por la gran cordillera vertebrada,
Hunde el hocico austral bajo del polo
Y descansa en su fuerza proletaria.
Camina hacia la luz,
Lenta y segura,
Con el polen del sol en las entrañas.
Y su destino torrencial
Fijado esta en el tiempo
Por la Vía Láctea
Que el hambre, la violencia, la injusticia,
La voluntad del pueblo traicionada,
No harán sino aumentar su rebeldía,
No harán sino apurar en sus entrañas,
El hijo de la luz que viene a unirnos
En una sola espiga esperanzada.
Porque América tierra del futuro,
Igual que la mujer, ¡vence de echada!


“De cara al sol”, José Arreola

“El amor, madre, a la Patria
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas,
Es el odio invencible a quien la oprime
Es el rencor eterno a quien la ataca.” (José Martí.)


Cabalgarás a contra orden en primera línea. Te llamará el peligro, la osadía, los deseos, la luz eterna. Caerás del caballo, por un golpe extraño, desconocido hasta ahora. Quedarás boca arriba, de cara al sol. Te sentirás convertido en otros pero siendo siempre tú. Cuando repares en el sol, cuando sientas sus rayos en el rostro, intentarás regalarle una sonrisa. Sentirás un breve dolor, un agudo dolor, un sonoro dolor, penetrando como ráfaga en tu carne. Sabrás que eres tú ese mismo que asalta el cuartel Moncada; que eres tú ese que reprime el grito cuando le arrancan los ojos. Te verás viajando a otro país, en casas de seguridad, buscando armas, haciendo preparativos para la libertad. Sentirás el necesario temor cuando desembarcando en tu patria los reciban las balas del tirano deshaciendo casi por completo la expedición, será, apenas, tu sentido de la orientación el que te salve. El calor y la humead de la sierra no te dejarán en paz, las botas estarán pesadas, el fango te llegará hasta el pecho. La sed, la maldita sed, te secará la boca pero no te impedirá saborear la victoria con los tuyos cuando declares que se han ganado el derecho de empezar. Te llenarás de heroísmo los pulmones en Girón. Aunque la disnea te impida respirar y sientas esas contracciones en el torso, tus sueños te llevarán hasta Bolivia. Sentirás lo quemante de una bala en tu pierna, escupirás a un oficial que querrá humillarte, quedarás, después, inmóvil, como en un sueño, sin sentir pero sintiendo, con tu rostro angelical. Llorarás cuando la muerte te bese las barbas y el asma. Te ahogara el calor, ni siquiera las palmas frescas te aliviarán. Todo es un segundo, todo te parecerá una eternidad. Acostado, mirando el cielo, descubrirás verdades en él y en las hojas de los árboles. Escucharás, a la distancia, la entrada de los tanques en Moneda, los disparos, las injurias, el último mensaje de un buen hombre; te llenarán de escupitajos, serás muerto nuevamente en el estadio, junto a otros miles. El sudor recorrerá tu frente, querrás gritar y levantarte, andar en el caballo, cabalgar al infinito, ahogar las penas y la angustia, terminar con la tortura, querrás matar para poder vivir. Serás desaparecido, te buscarán las abuelas, las Madres de Plaza de Mayo, reirás de tan feliz cuando te encuentren. Llorarás inexorablemente. La vista se te irá nublando, poco a poco, sin oportunidad de nada más. Se extinguirá el aire por más que intentes aspirarlo. Todos los dolores de tu tierra se posarán en tu pecho, en tu pierna, en tus brazos, en tus ojos, en tu angustia, en tu ausencia. Sentirás como las fauces de la bestia en que viviste casi se tragan a ese pedazo del mundo, a esa isla hermosa. Sentirás que vuelves a nacer, a vivir, a pelear, a ganar, aunque ya casi no respires, aunque la vista se te nuble.
El calor, la sed, el cansancio, se extinguirán, no tendrás más dolor, ni nada. Tus músculos quedarán relajados debajo del uniforme guerrillero que con tanto ahínco y sacrificio te ganaste; quedarán la levita y las antiparras en tu mochila inseparable junto a tu confidente diario de campaña. La sangre brotará de ese orificio hecho por la bala, regará la tierra, le dará vida. Todo se oscurecerá. Caerá el fusil acompañándote, dormirá a tu costado izquierdo. Sabrás que el mundo se te acaba. Que la oscuridad te irá bebiendo. Que la tierra te reclama para ser semilla. Mirarás al infinito, en él observarás lo que soñaste, lo que peleaste. Verás a los tuyos rompiendo las cadenas. Escucharás a Venezuela gritando “yanquis de mierda”; a la indígena Bolivia levantarse, llenarse de júbilo y verdad; a Ecuador decidiendo su destino. Tus ojos mirarán a la América mestiza siendo ella, libre, independiente, soberana.
Nadie, José, nadie entenderá porque ahora que la bala te está matando, se te dibuja una sonrisa. Nadie, Martí, nadie, entenderá porque te vas alegre, pese a todo. Nadie, José, nadie, entenderá porque te vas sereno, hermoso. Nadie entenderá que mueres para empezar a vivir eternamente con los pobres de la tierra. Nadie entenderá que te vas contento porque desde Dos Ríos, a instantes de la muerte, tú José, tú Martí, sabías que seríamos para siempre libres. Por eso, tú, José Martí, exhalas, este 19 de mayo de 1895, el último y contento aliento, de cara al sol como soñaste.

Gracias por ser parte