miércoles, 8 de julio de 2009

Otro Junio sin justicia

Esa sensación de que lo que va a pasar, pasó hace tanto. Será titular en diarios, comentario en ronda de amigos, noticiero. Será, y ya lo fue. Será comentario del especialista en todo, que nunca experimentó nada. Noticia y olvido, y otra vez noticia. Sentir que lo que va a pasar, pasó hace rato. Pero cuanto más fuertes, eternas y dolorosas son las marcas cuando lo que pasa, nos pasa.

Lo que pasó el 26 de Junio pasado en el Puente Pueyrredón fue el encuentro de quienes pasan por su cuerpo y sienten propia la injusticia y la impunidad que nos pasa todos los días. Y sienten fuerte la muerte del compañero. Lo que paso el 26 pasado, paso un Junio hace siete años. A los energúmenos que solo ven un problema de tránsito, a los que les molesta que los negados del sistema tomen la calle, recordarles que Maximiliano Kosteki y Dario Santillán fueron asesinados, son asesinados cada día que sigue sin justicia.

Cómo habrá sido ese día, que empezaba como otros. Cómo es esto de salir de casa un día de crudo invierno, salir con la tristeza de lo que pasa y con la esperanza de la lucha. Cómo es que unos tipos mandan matar desde un escritorio, cómo es que un tipo mata.

Es un tema de seis minutos, es lo que dicen que no debiera abrir un programa de radio. Y sin embargo te pido que subas el volumen, que dejes lo que estés haciendo y sientas cada palabra, cada nota del piano que acompaña. Habla uno de los que se fueron ese día que pasó, y que nos sigue pasando.

"Junio", de Jorge Fandermole
Lo que va a pasar hoy pasó hace tanto
me desperté diciendo esta mañana,
no vi las predicciones del espanto
que le arrancaba al sueño mi palabra.
En este invierno que pega tan duro
está lejos tu boca que me ama
y se me desdibuja en el futuro,
y junio me arde rojo aquí en la espalda.
En este invierno atroz no hay escenario
más duro que esta calle de llovizna;
cada uno sigue en ella su calvario
pero la cruz de todos es la misma.
Salí con las razones de la fiebre
y una tristeza absurda como el hambre,
y cuando en el corazón la sangre hierve
es de esperar que se derrame sangre.
Me llamo con el nombre que me dieron,
el que tomó la crónica del día;
soy uno de los dos que ya partieron,
los dos en un montón que resistían.
Hermano en la delgada línea roja
que te me fuiste dos minutos antes
con la indiscreta muerte que en tu boca
entraba en cada casa con tu imagen.
Yo estaba junto a vos sobre tu grito
besándote feroz la indigna muerte
mientras te ibas volando al infinito
fulgor de la mañana indiferente...
Yo sé que el corazón que está latiendo
en cada uno es una senda pedregosa,
cuando en el suelo sucio me estoy yendo,
ajeno y solo de todas las cosas.
Si yo salí por mí y salí por todos
cómo es que ahora no hay nadie aquí a mi lado
que me retenga la luz en los ojos,
que contenga este río colorado.
El corazón del hombre es una senda
más áspera que la piedra desnuda;
mi extenso corazón es una ofrenda
que pierde sangre en esta calle cruda.
Yo tengo un nombre rojo de piquete
y un apellido muerto de veinte años,
y encima las miradas insolentes
de los perros oscuros del cadalso.
Yo no llevaba un arma entre las manos
sino en el franco pecho dolorido,
y el pecho es lo que me vieron armado
y en el corazón todos los peligros.
La mano que me mata no me llega
ni al límite más bajo de mi hombría
aunque me arrastren rojo en las veredas
con una flor abierta a sangre fría.
Hoy necesito un canto piquetero
que me devuelva la voz silenciada,
que me abra por la noche algún sendero
pa' que vuelva mi vida enamorada...



Domingo 5 de Julio de 2009

"Todo puede suceder", Pablo Ramos

Es la tarde del segundo día del zapato en mi casa. Siempre en el mismo lugar, ahora seco y endurecido por el calor de la cocina. Vuelvo a mirarlo de cerca, a olerlo. El soquete cuelga en el lavadero, limpio y húmedo, junto a la ropa recién lavada. Estoy descalzo, parado sobre el piso de mosaico. Me siento sobre la mesada, desato el nudo y retiro el cordón. Luego intento calzarme el zapato. Me resulta imposible, es demasiado pequeño para mi pie. Igual me lo dejo, me bajo de la mesada y camino así, con el zapato a medio calzar. La altura despareja y la presión en los dedos me imponen un paso torpe, aparatoso. Hacen que balancee la cadera como una anciana renga.

Es ahí que lo veo: un papelito rosa tirado en el piso de la cocina. Lo levanto y noto que está doblado. También está escrito: J. A. García 1249, dice. Es una dirección, a pocas cuadras de mi casa.

Resulta evidente que el papelito estaba adentro del zapato ¿Pero a quién se le puede ocurrir poner una dirección en el zapato como si fuera una agenda o algo parecido? ¿Será una broma que espera ser completada con la correspondiente entrega a domicilio? ¿O será que esta mujer, más loca que una cabra, le puso una etiqueta con su dirección al zapato izquierdo simplemente porque sí? Lo despliego y compruebo que adentro también está escrito. Todo puede suceder y vamos a estar siempre felices y queriéndonos, dice. La frase no tiene firma, y la letra (estoy seguro) no es de la misma mano que anotó la dirección. La frase tampoco tiene sentido, así, suelta, escrita en un papel que hasta hace minutos estaba adentro de un zapato.

No puedo imaginar por qué, pero estoy en la calle. Llevando el zapato con el soquete adentro de una bolsa de plástico. Camino apurado. La llovizna amenaza ser lluvia torrencial en cualquier momento.

Llego al lugar y resulta ser un local abandonado: una cortina de enrollar de varillas de hierro, forjada en rombos, cancela el paso. Detrás de la cortina, una puerta vaivén destrozada, dos vidrieras rotas y pintadas con cal y un agujero en la pared del fondo por donde entra algo de luz. Una especie de imprenta vieja se puede ver en el centro. No hay timbre ni nadie a la vista que pueda oírlo. No golpeo. Meto la bolsa por uno de los rombos de la cortina de enrollar y la tiro con fuerza, tratando de embocarla en el agujero de un vidrio roto. El soquete se sale y cae adentro, la bolsa se engancha y queda colgando.

Ahora llueve. Miro por última vez la bolsa con el zapato adentro y empiezo a caminar. Me concentro en las veredas, en el color de las baldosas. Un malestar inexplicable me aplasta la boca del estómago. Me detengo, pego la vuelta y camino hacia al local. Miro la bolsa de plástico colgando del vértice del vidrio roto, el zapato está adentro, demasiado pequeño para mi pie. Busco algo con qué alcanzar la bolsa: una rama, un pedazo de madera. Encuentro un cartón duro y lo retuerzo. Meto el cartón y todo el brazo por uno de los rombos de la cortina pero apenas puedo llegar al vidrio. No sé si quiero pescar el zapato o tirarlo para adentro. Le doy golpes al vidrio con la punta del cartón, que se dobla como si fuera de manteca.

¿Qué puedo hacer ahora? Está lloviendo a cántaros. Puedo buscar una piedra. Busco una piedra. Estoy nervioso, tengo miedo de que alguien me vea. ¿Qué podrían pensar? ¿Qué podría decir? ¿No ve, señor, que estoy devolviendo un zapato? Tiro la piedra, el vidrio estalla y la bolsa cae del otro lado. Entonces me voy, primero animado, después con la sensación de ser un estúpido, de haberme mojado de gusto.

Estoy nuevamente en casa, tomando mate, con una toalla al cuello, mirando por la ventana del balcón. La lluvia ahora se deja oír con fuerza. Parece que el viento se va a llevar la avenida. El zapato no está y es una ausencia extraña. Todo puede suceder y vamos a estar siempre felices y queriéndonos, digo, y escucho la lluvia que, como el perfume de alguien querido y ausente, invade la noche.

Domingo 5 de Julio de 2009

PROGRAMA 358


La idea es contarles un poco de la cocina del Revuelto de este domingo 5 de julio, de los ingredientes que hicieron “algo parecido a un programa de radio” que pudimos compartir a través de La Tribu y que pueden escuchar en nuestra página www.revueltoderadio.com.ar/ultimoprograma y también en las más de 30 Radios Revueltas.

Se apagan las luces del estudio y empieza a sonar la música, se crea el ambiente de donde brotan las palabras, las sensaciones...

Alejandro recuerda algo que pasó hace rato pero que aún nos duele.


Un 26 de Junio.
Tomar la calle.
Las caras marcadas de la pobreza.

Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Fueron Asesinados...
son asesinados cada día que sigue sin justicia.

Palabras como un eco quedan flotando en el ambiente, nos invitan a pensar y preguntarnos junto a Ale “¿cómo es que unos tipos mandan matar desde un escritorio? ¿cómo es que un tipo mata?”

Subimos el volumen para sentir cada palabra, cada nota, que Jorge Fandermole relata de ese


“Junio”

“La mano que me mata no me llegani al límite más bajo de mi hombríaaunque me arrastren rojo en las veredascon una flor abierta a sangre fría.Hoy necesito un canto piqueteroque me devuelva la voz silenciada,que me abra por la noche algún senderopa' que vuelva mi vida enamorada...”

(Ver Aperura)


Se pone en marcha luego de la Apertura, el Revuelto 358, acompañado de unos mates, y un poco de alcohol etílico... (y sí la gripe A....)... luego vendrá el vino tinto...

Alejandro presenta a los integrantes del Revuelto, nos cuenta que ya son 32 las radios Revueltas, Mauro con su barbijo desde los controles, le hace comentarios indecentes que provocan la risa de la producción.
Regalamos entradas para la presentación del segundo disco de Cecilia Zabala el próximo viernes 10 de Junio. Agenda en mano recomendamos la muestra de Ramón Ayala en el Museo Quinquela Martín.
El conductor hace un guiño a la producción y nos regala una canción del músico uruguayo Hugo Fatorusso, y bueno... ahora somos mayoría...que se le va a hacer...



Como músico invitado del día, nos visitó un antiguo Revuelto y amigo, Sebastián Monk, que llegó con cara larga por el partido de Huracán-Velez, pero que se recompuso rápidamente con el brindis por su cumpleaños. Compartió con nosotros su disco nuevo “Prueba y Error” y mientras nos relataba intimidades y razones que motivaron sus canciones no paraba de ponerse alcohol en las manos. Abran cancha!, las bobes, las alumnas de piano, el silbido de Moguilevsky, la comparación con Maslíah, entre risas, vino, buenas y divertidas canciones, mucho humor, hasta nos cantó a capela la canción preferida de Alejandro, “Angel de Bolsillo”, del disco “Nuevas canciones para niños sin sueño. La foto sonriente con el artista cierra la entrevista, el músico se queda y nos acompaña hasta el final del programa en la cabina de operación.





Sebastián Monk



Desde la radio Revuelta FM En Tránsito nos llega un tema de Juanito el Cantor, que comparten con nosotros como parte de un disco editado en el oeste, similar a la propuesta que lleva acabo el Revuelto de editar discos como el homenaje a Atahualpa Yupanqui y al flaco Spinetta.

Desde las tierras del noreste misionero nos llegan historias, sonidos y ritmos de la gente del lugar, de los descalzos, de la tierra roja, que se vislumbran en las notas que brotan del acordeón del Chango Spasiuk de la canción “Tristeza” de su nuevo disco “Pynandí”.

A propósito de Honduras, mencionamos las palabras del escritor mexicano Octavio Paz, en su poesía “El silencio”.

El viajero, Nicolás Falcoff, recorrió las lejanas tierras de Finlandia, nos trajo data sobre el país y sobretodo nos trajo buena música que acompañamos con ricas empanadas. Nos sorprendió el sonido del acordeón que nos llegaba desde el lejano destino elegido.

Nos despedimos y cerramos el Revuelto del día con un cuento de Pablo Ramos llamado “Todo puede suceder”... así que si encuentran un zapato en la calle ya saben, fíjense si hay una nota adentro...



Los esperamos el próximo domingo.
Revuelto Gramajo