domingo, 17 de enero de 2010

SONIDOS REVUELTOS

Hoy desandamos músicas y palabras de amor
“Mi amor por ti es mucho más que amor, es algo que se amasa día a día, es proyectar tu sombra junto a mí, hacer con ellas una sola vida.” (Roque Dalton)

Narradora invitada: Mónica de Carvalho

Los sonidos que pasaron:

Zamba por vos / Carlos Aguirre
Princesa Cristal / Lito Epumer y Armando Alonso
The very thought of you / Manuel Ochoa Trío
Canción Terca / María Elía y Diego Penelas
Conmigo / Veronica Condomí
Zamba para la compañera / Willy Gonzalez
Te Mataría / Carmen Baleiro
Je Táime / Staff Benda Bilili
Esperando a Nikita / Gustavo Mozzi
Cosas que no sé / María Berasarte
Amor Profundo / Guillermo Klein
Note enamores / El terceto
Tonada del Viejo Amor / Mercedes Sosa
Cuando vivas conmigo / Chavela Vargas
Quizás un día así / Carmina Cannavino
Más que amor / Ernesto Snajer
Seduzir / Rosa Passos
Palabras para Julia / Liliana Herrero
Amar É Tudo / Djavan

Las palabras que pasaron:

“Farewell”, Pablo Neruda
“Capitulo 7”, de “Rayuela”, Julio Cortázar
“De la historia universal”, Victor Cassaus
“El amor”, Eduardo Galeano


“Farewell”, Pablo Neruda

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
Yo no lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.
Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.


“Capítulo 7”, “Rayuela”, Julio Cortázar

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.


“De la historia universal”, Victor Cassaus

Me han contado que en Pompeya entre las ruinas
dejadas por el paso de la lava
una vez se hallaron mezcladas con vasijas
que la ceniza conservó y perros que ahora duermen
bajo el polvo
dos figuras que hacían y deshacían el amor
en aquel temprano día del año 79
enlazados en ese abrazo que como se ha visto
pudo más que la muerte
Nadie sabrá nunca en qué sístole en qué diástole
estos cuerpos detuvieron su feroz armonía
Ningún arqueólogo ningún historiador
podrá contarnos con qué furor se amaban
cuando el Vesubio los cubrió de materia ardiente
(ellos creían al principio que se trataba
del calor maravilloso que generaban sus cuerpos)
Pero los que ahora hacemos
el amor sobre esta isla y sobre esta otra isla
enorme que es la Tierra los que violamos
la soledad simulada de los parques
los que huimos
a escapadas a cuartos silenciosos en los que dejamos
toda la alegría y toda la tristeza del amor
conocemos sin embargo esa especie de furia
en que estaban envueltos
Esas figuras que ahora descansan en una sala
de museo
(algunos las confunden con estatuas)
dejaron a medias la hermosa actividad de sus piernas
no llegaron a decirse sus nombres al oído
(no gritaron siquiera cuando la lava los cubría)
Pero el fuego del Vesubio no acabó con su fuego
que ahora arde en los parques quema los preceptos


“El amor”, Eduardo Galeano

En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad.
Era raro lo que tenían entre las piernas.
¿Te han cortado?- preguntó el hombre.
-No- dijo ella- Siempre ha sido así.
El la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta.
Dijo: -No comas yuca ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madurar.
Yo te curaré. Échate en la hamaca y descansa-.
Ella obedeció.
Con paciencia tragó los mejunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos.
Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía:
-No te preocupes.
El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en una hamaca.
La memoria de las frutas le hacía agua la boca.
Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba:
-¡Lo encontré! ¡Lo encontré!
Acababa de ver al mono curando una mona en la copa de un árbol.
-Es así- dijo el hombre aproximándose a la mujer.
Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas invadió el aire.
De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos…
Y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.

Gracias por ser parte