domingo, 4 de julio de 2010

"Regalo sospechoso", Diego Muñoz Valenzuela

Era un paquete enorme, delicadamente envuelto en papel celofán verde y ornamentado con un abultado moño de cinta roja.

Lo abrí con recelo, pensando en alternativas desagradables: bombas de tiempo, perros muertos, lavadoras descompuestas, esculturas modernas.

Errores todos ellos. Era un hermoso caballo de madera tallado y barnizado al natural, sostenido sobre una plataforma rodante. El Caballo de Troya, pensé.

Tenía la pata izquierda levantada, eso le otorgaba movimiento y elegancia. Del recelo pasé al temor, y de allí al sobrecogimiento. ¿Qué oscuro enemigo podía haber ideado este plan homérico en mi contra? Repasé la lista y eso me tomó un buen tiempo. Todos podían haber sido; no pude descartar a ninguno.

Ahora, qué contenía el caballo, ésa era la pregunta. Me aproximé con cautela y golpeteé la madera con los nudillos. Madera maciza. O interior repleto de explosivos plásticos. O cobalto radiactivo, para eliminarme lentamente. O una masa de arácnidos letales. No había tarjeta ni indicación de remitente.
Me subí sobre el regalo. Instantáneamente echó a rodar por el mundo. Me llevó lejos, a lugares maravillosos y desconocidos. Muy tarde comprendí la trampa, pero ya era feliz.

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