miércoles, 5 de agosto de 2009

¿Qué dirá la Pachamama?

Resultó ser un día en que el dios del Cielo, Pachacamac, murió ahogado en el mar. Este dios era esposo de la Tierra, Pachamama, que había engendrado dos hijos gemelos; varón y mujer, llamados Wilcas.

La Diosa Pachamama, en la soledad de la viudez, sufrió con sus dos hijitos muchas penurias: fue devorada por Warón, el genio maligno que luego es engañado por los mellizos y muere despeñado. Su muerte fue seguida de un espantoso terremoto.

Los mellizos treparon al cielo por una soga, y allí los esperaba su padre, el gran dios Pachacamac. Fue así que el wilca varón se transformó en Sol y la mujer en Luna, sin que termine la vida de peregrinación que llevaron en la tierra.

La diosa Pachamama quedó encantada en un cerro y su esposo la premió por su fidelidad con el Don de la Fecundidad Generadora. Desde entonces, ella envía sus favores. A través de ella, el dios del Cielo envía las lluvias, fertiliza las tierras y hace que broten las plantas. Y por ello los animales nacen y crecen. La Pachamama también premió a todos los que ayudaron a sus hijos: Zorros, Pumas, Cóndores, Víboras.

Durante todo el mes de agosto, pero fundamentalmente el primero del mes, a la Madre Tierra se la invoca en chayas, ofreciéndole coca, alcohol, tabaco. Se entierra una olla con comida cocida, para alimentar a la Pachamama. La Pacha es la Madre, todo lo que sale de ella es vida, y todo lo que regresa a ella recibe nuevamente vida. Y en su honor se brinda con ruda macho macerada en caña.

Fiesta ancestral que une Salta, Jujuy, Perú, Bolivia, Tucumán, Catamarca y cada vez más se extiende a todo el país. ¿Quien puede negarse a agradecer y festejar a la Madre Tierra.?

Pero como todo dios, a la vez que generosa la Pachamama es rígida y sabe escarmentar a sus ofensores.

Cierta vez, Don Hilario y su hijo salieron a cazar guanacos, vicuñas y llamas. Por lo general mataban más animales de los que necesitaban. Es sabido que la Pachamama no permite que cacen sus animales por deporte, y menos que maten a las madres de las manadas. Don Hilario, sordo a los decires, continuó con su costumbre de cazar a destajo.

Fue así que una tarde su hijo fue a juntar las cabras y no volvió jamás. Don Hilario preguntó a los vecinos, que nada sabían... Una madrugada, unos arrieros que bajaban al pueblo, vieron de lejos al hijo de don Hilario... cabalgaba sobre un guanaco guiando a la manada... parecía un fantasma... iba vestido con pieles, y desapareció en la neblina del monte junto con los animales.

La Madre tierra se había cobrado una deuda... llevándose al único hijo que don Hilario tenía, a cambio de los animales que él había matado innecesariamente.

Me pregunto qué ánimo tendrá la Pacha por estos tiempos en que, mucho peor que la cacería de don Hilario, la tala indiscriminada nos deja sin monte, se pulverizan las montañas y contaminan los ríos.

Algunos hombres avaros han puesto su conveniencia económica por encima de la vida, incluso, por encima de la Madre Tierra, la Pachamama.

Cualquiera sea la creencia que se tenga, es sabido que al hombre no le ha ido nada bien cuando intentó ponerse por encima de los dioses.

Domingo 2 de Agosto de 2009

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